Hace seis años de aquel día al filo del invierno. Paseaba por la Plaza Mayor de un Madrid aterido de frío, vagabundeando entre los caballetes de los retratistas y los turistas tan iguales a esa hora en que muere la tarde. Apenas un giro, un beso a sus cuatro esquinas, y ya estábamos envueltos en una luz de celofán oscuro.
Apareció bajo uno de los arcos de la plaza. Describirla es todo un reto a la imprecisión del lenguaje. Era una muchacha joven, abrigo de lana, gorro con orejeras, aspecto de duende venido de un mundo subterráneo. No hablaba. Ni siquiera emitía un pequeño sonido. Sentada en el suelo con las piernas cruzadas, había dispuesto frente a ella una antiquísima maleta a modo de mesa sobre la que descansaba un pequeño pizarrín. Del otro lado de la mesa-maleta un cojín dispuesto a recibir al visitante, un vaso de agua con un pez de un intenso color naranja y un atadillo de leña.
No existen fotografías de lo que aún no sé si fue sueño o realidad así que mi amiga Eva ha hecho para vosotros/as estos dibujos a fin de que -como rogaba Saint de Exupery- podáis reconocerla si algún día se cruza en vuestro camino...
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No lo hice. Me alejé del corro de curiosos sintiendo el peso abrumador de mi cobardía. Comencé a deambular por la Plaza con el alma descosida. Un giro de 360 grados me trajo de vuelta a su rincón. La distinguí desde la distancia. Esta vez asomaba su cabecita tras una columna mientras sostenía una caña de pescar de cuyo hilo pendía un pan con forma de corazón. Era su ingenuo cebo.Pasé a su lado atónita, nos miramos, casi pude palpar con la mirada el peso y consistencia de aquel corazón de trigo... Y pasé de largo.
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Corrí entre la gente y la noche. Cuesta arriba, cuesta abajo. Por fin alcancé ese retablo de las maravillas que es la Plaza Mayor,la sangre agolpada en las sienes a medida que me acercaba a su esquina, los pasos cada vez más lentos... hasta descubrir su vacío. Había desaparecido junto al pez, la maleta, la leña, la magia. Se llevaba con ella la puerta despreciada, el fru-fru de las primeras estrellas del invierno.
Regresé todos los sábados de aquella estación. Poco a poco fui espaciando mis visitas. Nunca volvió a aparecer y ya he perdido la esperanza. Habrá vuelto a su mundo fosforescente y subterráneo. Una vez me lanzó un anzuelo con un corazón de cereal. No supe arriesgar la seguridad de mis pasos sobre los adoquines de la realidad. Si alguna vez os la encontráis, avisadme. Siempre la esperaré en la Plaza Mayor como un pez aturdido en el fondo de un vaso.
(Gracias, Eva por rescatarla del olvido con los lápices de tu inspiración)
Ay que historia tan genial!!! Nunca me la habías contado, qué increible!
ResponderEliminarYa sabes que yo también estoy en el lado de los que les pesa más la cobardía/timidez que el arrojo pero es algo que quiero cambiar poco a poco para si un día por azar se cruza en mi camino lo imposible saber asirlo al vuelo...
No desesperes mientras, el destino te permitió encontrarte con un duende y quién sabe cuántas más sorpresas te tendra preparadas. Solo tienes que dejar mirar a tus ojos de niña
Un abrazo
PS Son geniales los dibujos de Eva
La muchacha duende tenía algo de ti. Un trozo de ella lo llevas dentro. La poesía que de ella me traspasas es la de tu aroma.
ResponderEliminarBesitos, artista
es una experiencia suavemente intensa leer tu historia con la música apenas sin pestañear, ¿dónde estará esa muchacha? si me la encontrara creo que huiría al igual que tú, y al igual que tú me arrepentiría y querría volver ¿por qué decisiones de razón son indecisiones de corazón?
ResponderEliminarme encantaron los dibujinos de Eva ;)
Adoro este relato. Me parece un cuento magico muy bien contado.
ResponderEliminarNo dejar que todos los trenes pasen de largo es una asignatura pendiente.
Es peor no ver que, a veces, pasan.
Son chulisimos los dibujos de Eva.
Besos desde la estacion
No olvides que los duendes, igual que se esconden en el lugar menos pensado, reaparecen cuando ya nadie los espera. La sorpresa es su juego preferido... Y en la ciudad sin mar todo es posible (¡hasta hay gaviotas!)
ResponderEliminarCon estos dibujitos tan chulos seguro que la podré reconocer y, si eso ocurre, te lo diré de inmediato :) No desistas...
Un besito.
Poco se prodigan los corazones de trigo. Siempre que te muestren uno recién hecho, muérdelo, sin temor.
ResponderEliminar¡Maravilloso! Me ha encantado: sí, tiene el toque Saint Exupery -como bien dices- pero tiene un horneado muy, muy propio. Delicado como una caja de música y cuajado como un oratorio.
ResponderEliminarEnhorabuena.
Abrazos
Ariadna, creí que conocías la historia. Sí, hay que domar esa cobardía que nos impide traspasar el umbral de la puerta. A mí me pesó mucho mi casi triple negación del sueño. Ahora pienso que si volviese a aparecer no lo dudaría pero las oportunides son fugaces como el rayo verde...
ResponderEliminarVirgi, gracias por tus palabras tan cálidas. Quizá es que os la muestro a través de mis ojos pero os aseguro que su aspecto no era la de una artista bohemia o una actriz. Ella no pedía dinero, simplemente estaba allí. Parecía un sueño y como tal se desvaneció ante mi mirada. Un beso de búsqueda
Covi, quién sabe. Creo que muchas veces nos gobierna el miedo. En mi caso aquella tarde me quedé parada como un cervatillo asustado ante lo que intuí como una puerta. Sé con una certeza extraña que sentarse en ese cojín era cambiar de rumbo. Puede sonar fantasioso pero mi intuición es una brújula que no atiende a razones... Los dibujos de Eva tienen mucha alma, verdad?
Silvia, tenemos que aprobar ya esa asignatura! Que el próximo tren sea el nuestro, que nos pille con el hatillo al hombro y el corazón de viaje. Un abrazo grande del otro lado del andén
Gala, si un día me dices que la has encontrado el corazón me daría un vuelco literal en el pecho! ¿Dónde estará? ¿Fue un sueño? ¿Alquien más se hará ahora mismo esta pregunta?
Habrá que seguir explorando la ciudad sin mar
Tempero, recién hecho, tierno y con secreto dentro. Un bocado difícil de rechazar para un espíritu hambriento de nuevos caminos... Y sin embargo, pasé de largo. qué puedo decir.
Xibeliuss, qué bellísimo comentario el que dejas aquí. Encantada de dejar la caja de música de esta historia vivida de puntillas sobre la mesa, junto al lar. Un abrazo fuerte, de hoja seca que se resiste al invierno
Toda la música de Amelie me vincula a los ojos.
ResponderEliminarSeguro que aparece en otra ocasión: ¿cebaste bien su rostro en tu memoria?
En algo creo que nos parecemos: tenemos intuiciones certeras que acabamos desaprovechando.
Yo creo en eso. No quiero decir que se pudiera cuestionar la veracidad de tu relato ni mucho menos. No es eso. Quiero decir que creo en esa dimensión mágica de la vida. Firmemente. Y lo digo plenamente convencido y amparado por la densa academia de una existencia madura y llena de experiencias que hacen incuestionable la realidad más terrenal. A veces sucede, pocas, diría que muy pocas. Se me ocurre pensar ahora que en la vida nos podemos encontrar con cosas buenas, cosas preciosas y pequeñas maravillas. Las primeras pueden ser el fundamento de las sonrisas. Las segundas, la fuente de la emoción. Las terceras, el origen de la auténtica esperanza. Suceden entre nosotros sin que muchas veces podamos percibirlo. Cosas extraordinarias camufladas en la realidad con el disfraz de lo ordinario. A veces la vida nos regala cosas. O nos regala la posibilidad de advertirlas. Si no existiera esa magia en qué podríamos creer. Comprendo que te haya dolido no haberte sentado, que aún te duela, pero lo mejor, y me da la impresión que lo sabes, es haberlo advertido, haberlo visto, estar allí. Comprobar que esa magia no se circunscribe sólo a los sueños. Tal vez saber que, aun sin sentarse en el cojín, el rumbo también cambió.
ResponderEliminarPara los creyentes de esta especie siempre es una pequeña maravilla encontrar historias de otros que nos refuerzan esta fe extraña que no necesita códigos, iconos y jerarquías.
Y tan deliciosamente contada... y dibujada.
La vida es una gran pizarra, o pecera, de encuentros y desencuentros y todos ellos, sumados, van construyendo nuestra alma.
ResponderEliminarSabes? Yo a veces, cuando te he imaginado, me ha venido a la mente la imagen de Amelie ;-) Qué grande Yann Tiersen.
¡Qué bien contado este encuentro insólito! No sé qué me impresionó más, si el personaje-duende en sí y su indumentaria y arcaicos cachivaches o lo que vas sintiendo tú durante el espectáculo y en tu huida-regreso.¿Y si no fuese un duende auténtico? ¿Y si buscase una forma de comunicarse distinta y preciosa?
ResponderEliminar¿Podría ser una señal que no atreviste a interpretar?
Por lo que te leí, lo antiguo, el pasado, te atraen y te sumerges en ellos con deleite casi infinito... ¿Querría indicarte algún camino, que percibieses lo que el pasado trataba de recordarte?
Sea como fuere, pasaste de largo. En algún momento, de tu sueño o de tu imaginación, aparecerá con otra forma, para despistarte; pero se hará evidente por su mirada y su aspecto singular.
Las "meigas" de mi tierra adquieren formas diversas, si me la tropiezo, aunque sea de lejos, me sentaré en la paja que pondrá a su lado y te transmitiré su mensaje. Tal vez un buen augurio.
Que tus sueños se pueblen siempre de moradores tan entrañables.
Un besote.
precioso relato o realidad qué mas da, me gustan tus letras, siempre sugerentes y llenas de vida.. Ay las oportunidades perdidas cuánto peso nos cargan.. un beso
ResponderEliminarQué maravillosos dibujos.
ResponderEliminarQué hermosas y tristes palabras.
El miedo a no atreverse. La pérdida. La nostalgia. La búsqueda sin frutos.
Un beso y enhorabuena por este relato, alicia.
En esta tarde que me invade la nostalgia...vengo a drte un abrazo...no tengo muchas plabras sólo nostalgia
ResponderEliminarMafalda, confío en que esas meigas que tan a flor de piel habitan tu tierra sepan de mi duende y te den noticias de él. Hay tantas señales escritas con humo sobre el cielo..! ¿Sabremos leer algunas? Un enorme abrazo en espiral
ResponderEliminarIco, la realidad y el deseo caminan de la mano en esta ocasión. Mi sueño trató de pescarme con un panecillo... lo dejé escapar. ¿Volvería a ocurrirme? Gracias por tu calidez
Mª Antonia, la búsqueda eterna y minuciosa de ese fruto sin nombre que es la esperanza :o)
Un beso y un cascabel
Momo, con ese puñado de nostalgia es suficiente para avivar el fuego de esta noche. Me siento a tu lado a contemplar las llamas doradas de la lumbre. Llueve afuera toda la lluvia del mundo
Delikat, no me puedo imaginar una comparación más halagadora. El hada buena de la ciudad, el duende que arroja un pez desde los puentes. Gracias por tu mirada sobre mi espejo. Nos vemos muy muy pronto ;o) Ya te contaré...
ResponderEliminarTinta, cebé muy bien el mate de su recuerdo pero el tiempo desgasta hasta el último de los tesoros y temo olvidar. ¿A dónde va lo olvidado? ¿Desaparece?
ResponderEliminarRh, me encanta leerte. También alimenta mi fe saber de otros, reconocer la búsqueda y respirar hondo. De verdad crees que el rumbo cambió aún sin rozar el espejismo?
Cómo habrás llegado hasta este trigal, tú que también compartes esa sensación febril y maravillosa de "no estar del todo"...
¿Quién no se ha quedado estupefacta ante la posibilidad de extender la mano y alcanzar aquello que desde siempre había buscado? ¿Cómo vencer al vértigo de “y después qué”?
ResponderEliminarEsa duende apareció cuando Madrid era gris y tu vida una sucesión de rituales yermos. Encontrarte de pronto, sin previo aviso, con la puerta del "otro lado" te atemorizó.
Yo siempre he pensado que mordiste ese cebo de cereal. No te diste cuenta entonces pero todos nosotros sabemos que tienes una gran cosecha interior a la que nos asomamos por el color del trigo.
(Gracias a Eva podremos avisarte y quién sabe si hasta ser capaces de aceptar su invitación…)
Mónica, no sé si mordí el cebo pero al menos supe para siempre que la suerte no soporta que le den la espalda. Hay que abrir las puertas que se presentan ante nosotras sin dudarlo... un instante puede ser el adiós definitivo. Y yo dudo... siempre dudo tanto...
ResponderEliminarGracias por tu mirada tierna sobre mi cobardía