28 may 2010

Un hombre bueno en Venezia

Os podría hablar de esa bandada de golondrinas que deslizan su vientre por las venas de agua. Dormidas al alba...

Desafiantes al atardecer...


De la densa suavidad de las aguas, sortilegio brillante entre mis dedos...


De la rebeldía azul de ese cielo veneciano ante la definiva pérdida del día...

Y de nuevo un amanecer salpicado de vida en los mercados...

La oportunidad de un lienzo en blanco...

...sobre el que desleir improvisadas acuarelas


Alma de día...
Corazón nocturno y centenario

Pero no es de este magnífico pez del que deseo hablaros...

ni de las alas de armiño que cuelgan de los escaparates venecianos


sino del secreto que encierra esta imagen:

Andaba yo por las nubes, un insecto más trepado a los balcones de la catedral de San Marcos, fotografiando las vistas aéreas de la Piazza mientras mis padres -a quienes he regalado este viaje, el primero que hacen más allá de la Península- paseaban por la ciudad. Ya de regreso a Madrid el zoom desveló el secreto de esta imagen. Entre el gentío sin nombre retratado en la plaza de San Marcos un punto diminuto, un poco esquinado y solitario: mi padre. Un hombre bueno, sin suerte, el peso de una vida dura arqueando levemente su mirada, pajarico extraviado a las puertas del Paraíso. El tesoro palpitante que el azar situó en los límites de mi objetivo convirtiendo la instantánea en algo vivo, con historia.
Observo la fotografía y un relámpago de ternura me estremece. Alma ínfima, pequeño hombre discreto que un día solo reinarás en mi memoria...siempre te buscaré entre la multitud.

16 may 2010

Habitación en Venecia

Emprendo un viaje acuático esta semana... Ese hermoso pez que es Venecia me aguarda a punto de evaporarse.

No viajo únicamente a la Venecia que emerge sobre las aguas, las venas surcadas de góndolas y barcarolas de fruta. También me asomaré a esa otra ciudad, réplica inexacta de la primera, que existe al otro lado del espejo de sus aguas. La Venecia sumergida, misteriosa, intacta. La ciudad del revés que nos saluda enigmática desde el reflejo tembloroso de los canales.
¿Habitan sirenas en esas profundidades venecianas? Tumbaos en una barca, dejad que vuestra mano corte como un cuchillo de espuma el espejo del agua y quizá entonces podréis oír el canto del otro lado...



No sé si podré regresar a este lado del mundo después de tan delicada caricia... Ya sabéis dónde encontrarme...

(Fotografía de National Geographic. Música recién exprimida de lo último de Medem, Habitación en Roma)

7 may 2010

¿Cumplen años los títeres?

Cada 8 de mayo tengo la suerte de celebrar mi cumpleaños rodeada de seres diminutos de corazón de madera. Mañana viajo a Segovia, fiel a mi cita con el festival de títeres y marionetas Titirimundi, donde celebraré mi año nuevo particular sumergiéndome en mares de cartón y laberintos de crucetas.
La capacidad de los titiriteros para insuflar vida a un trozo de madera o papel me fascina desde la infancia. Observo los movimientos de esos pequeños seres y casi creo escuchar su respiración temblorosa y reconozco el brillo de una esquirla de ilusión en la cruz de su mirada.

Así que soplo velas entre amigos de sangre y de serrín, animados y radiantes, y tras doblar una esquina del casco antiguo será imposible no mirar hacia atrás un instante y recordar aquellos cumpleaños de una única cifra en los que me recuerdo sentada a la mesa con inquietud de títere, abriendo regalos con manos de trapo, desmesurados los botones de mis ojos ante la vida, esa sorpresa mayúscula.

Y me siento ahora sin edad ¿Acaso cumplen años los títeres? Recién engrasado el mecanismo de mi corazón, vestida de papel de arroz y con un deseo prendido del sombrero como cascabel al viento. Cierro los ojos. Soplo las velas.
¿Se cumplirá?...