Últimamente el trompo de mi memoria gira sin gobierno. Olvido fechas, citas, frases. No hay día que no me sorprenda con la mirada perdida en el horizonte, ajena a la eficacia de las agendas. Va creciendo el desván de lo olvidado, ese territorio cubierto de bruma en el que sumerjo las manos tratando de rescatar la nueva dirección de un amigo, el nombre de aquella villa de casitas de madera, el motivo que me trajo hasta aquí. Quienes me conocen y no soportan verme deambulando entre nebulosas me recomiendan escribir una lista de cosas que debo recordar. Algo así como los papelitos con los que Úrsula Iguarán trataba de burlar a la peste del olvido. Tomo un lápiz y, aprovechando un brochazo de luz sobre la pared de mi cuarto, comienzo la tarea...

Madrid, casi noviembre de 2010.
No olvidar:
- Felicitar a papá por su cumpleaños. Nunca sé qué regalarle a alguien que me lo ha dado todo. Seguramente unos calcetines de lana no se podrán equiparar jamás a la vida pero harán más cálido su camino.
- Escribir, escribir, escribir. Que todas las historias que deseo contar no se queden en la levedad de lo escrito en el agua, como reza el epitafio de Keats.
- Reaprender el arte de los abrazos, ese lazo insólito que nos hace creer que no estamos solos. Saldré a las calles a practicar si es necesario.
- Guardar bajo siete llaves esta esquirla de infancia que aún conservo. No permitir que acabe como una estrella pisoteada en el fondo de un charco.
- Comprar buñuelos como todos los años y celebrar el festín de una merienda de sombrerero loco y liebre de marzo.
- Soñar esta noche que por fin consigo el anillo de Giges y logro hacerme invisible
- Abrir el martes la ventana de la oficina, desplegar mis alas y no mirar atrás ni por un instante. Volar hasta perderme entre las nubes.
- Hacer pan, un pan antiguo que sepa a simiente y que calme este apetito de esperanza.
- No olvidar los cumpleaños de quienes ya dejaron vacía su fecha en el calendario.
- Seguir jugando todos los días y pensando que de adulta solo tengo este disfraz de dudoso patrón.
- Aprender a nadar, a sentir la ingravidez de las aguas.
- No huir de la sorpresa ni del riesgo. Como un funambulista sin red.
- Cortázar siempre en la recámara, para recordarme la sensación de no estar del todo, el camino entre líneas, el otro lado del espejo.
- Envolver un pedazo de ternura con periódico y guardarlo en la despensa para los malos tiempos.
- Construir un cascarón de nuez y recorrer el ancho mundo(o un madreñogiro como el pequeño Pinín).
- Jamás soltar el hilo de plata de la libertad... Por si un día consigue sacarme del laberinto.
- Comprar brújula y buscar nuevos caminos, nuevos compañeros de viaje.
- Aprender algún idioma olvidado con el que decirte que nunca te olvidaré.
- No dar la espalda al despedirme para no irme nunca del todo.
- Dejar que un nuevo reloj me encuentre y me convierta en su regalo.
- Bailar tregua-catala como un cronopio enloquecido.
- Perderme en un bosque de libros y en otro de hayas.
- Seguir viajando al Madrid de mis 18 años y saber que esa isla de memoria siempre estará ahí para cuando necesite un soplo de magia.
- Romper esta lista sabiendo que ha dejado su semilla en vuestros ojos...