Me he quedado contemplando el pedazo de noche estrellada atrapada en mi botella. "Esto debe ser la Navidad", pensé. Esta noche, cuando la lluvia amaine, liberaré a las luciérnagas. No cerréis vuestras ventanas...
Feliz Navidad
Esta mañana, asomada a la ventana de la oficina, he presentido la nieve e instantes después mi pensamiento caía copo a copo sobre el paisaje. Me he quedado hipnotizada en el alféizar contemplando ese misterio blando que borra, implacable, toda huella tras de sí. Adiós caminos, señales, coches, tejados, recuerdos. "La ciudad comienza de nuevo. Habrá que redibujarla cuando llegue el deshielo", me he dicho. Al izar la vista al blanco ciego del cielo hecho migajas recordé la increíble fotografía de las dunas del Sahara cubiertas de nieve. ¿Os imagináis? Un frío afilado quizá en los días precedentes. Un viento estancado de gato blanco que persigue su cola. Un silencio denso aplastando la arena. Y de pronto, el milagro. Delicadas notas de nieve conociendo la suavidad de la arena, acariciando con sus manos de hielo el lomo dorado de las dunas. Los camellos, sintiendo por vez primera la blanda mansedumbre de la nieve, corren enloquecidos. Y en un remanso entre dos dunas, los hombres azules, brazos alzados al cielo, ríen y giran sobre sí mismos como peonzas en mitad de la nada.