al fondo de las horas olvidadas
vasos de vino ardiente
y estrellas fermentadas
(Vicente Huidobro)
Esta semana. A las cinco de la tarde. En la mesa del fondo, una vez pasado de largo el reloj que detuvo su corazón a las tres y cinco, junto a los espejos. No podía ser otro el lugar del encuentro, el viejo Barbieri, con sus cristaleras filtrando la luz que se derrama como un charco dorado sobre las mesas de mármol, con su aire de naufragio, con su piano silencioso.Pienso en la cita y un puñado de mariposas se rebelan en mi estómago. Las cinco es una buena hora. Se encenderá la constelación de lamparillas en algún momento cercano a la oscuridad y los dos cafés que se miran a un lado y a otro del espejo brillarán como las estrellas fermentadas del poeta.
Pediré un té con leche para empezar. A ella se le antojará lo mismo pero del revés. Más tarde, cuando el café se anegue de jazz, será el vino. Me mirará desde el espejo. Le haré preguntas que quizá no sepa contestar. Insistiré. Dejaré que dibuje con mano trémula los caminos que a partir de ahora habremos de seguir. Debe ser valiente, debe ser sincera. Si no de nada servirá la cita, el té, el trago de lava del vino al atardecer. De sus respuestas depende el resto de nuestras vidas. Ahora sí, es el momento de tomar las riendas de este caballo loco de los días. Rodarán las horas sobre el suelo ajedrezado y en algún momento saldré del Barbieri sin volver la vista atrás. El frío de la noche me irá calando los huesos, lenta y vorazmente, mientras pienso "¿seguirá ella sentada a la mesa del café del otro lado del espejo? ¿habré perdido para siempre mi reflejo?"
(Dibujo de Elena Caicoya donde podréis encontrarme haciendo pajaritos de papel)