Asumí aquel código de letras enhebradas y el murmullo se hizo voz ante mis ojos. Leer, leer, leer. Ese don que redime la pobreza.
Centenares de libros más tarde descubro con asombro que debo empezar de nuevo. De nada sirven ya mis nidos de palabras, ante el pergamino de tu mano vuelvo a ser aquella niña sin duelo ni alfabeto.
No hay prosa ni poema que distraiga mi afán pero... ¿cómo resolver el enigma de tus líneas, la vida que se cifra en su trayecto? Repaso con mis yemas cada surco tratando de leer, cegada, tu destino. Ante este manuscrito solo se asoma el asombro de mis cuatro años con una pregunta agitada en la garganta: ¿qué lugar ocupo yo en la historia inacabada de tus manos?
¿Algún alma sabia en piel y trazos puede responder a este eco?
Para Kavita, por reescribir mi vida