22 jun 2010

Noche de fuego y agua

No existe fecha en la que más añore mi tierra que en la noche de San Xuan. Si un aviador extraviado sobrevolase Asturias el 23 de junio a las doce de la noche contemplaría una geografía incendiada de Oriente a Occidente.

Hogueras inmensas crepitan a esas horas junto al mar, en la plaza de los pueblos, en los valles. Pujan las llamas por devorar los cachivaches que desde la tarde los niños han ido apilando junto a los maderos, embisten al viento que siempre pierde la batalla. Alrededor del fuego un gran corro unido por el dedo meñique baila y canta la Danza Prima, primitivo ritual que solo se trenza tres veces al año. Giran lentamente entorno a la hoguera, entonando su "quién dirá que no es una la rueda de la fortuna", arrojando deseos envueltos en papel que ven retorcerse hasta desaparecer entre el oro salvaje de las llamas. Los valientes brincan sobre las fauces del fuego.
Y suena la música...


Pero no es solo noche de lumbres, de trasgos y cuélebres invocando una oportunidad de acariciar el mundo de los hombres, de mezclarse con ellos y beber su vino. También el agua brilla en este umbral del verano. A las doce en punto el primer brote que mana de las fuentes recibe el nombre de "flor del agua" y quien la beba puede pedir un deseo para el año que, en cierto modo, empieza. Solo en esta alborada las xanas -hadillas que habitan en los cauces- son indulgentes con los mortales.

Es difícil celebrar esta noche en Madrid. Los duendes juegan al despiste y los manantiales no conocen la ciudad. Sin embargo, siempre encuentro un rescoldo ardiente al que acercar mi alma, un hilo de agua al que robarle su codiciada flor a la hora bruja de las chispas y la danza.


Os dejo un fósforo para prender la noche más larga del año. Encontraréis mis ojos de niña al borde del gran salto al otro lado del fuego.

14 jun 2010

La primera verbena del verano

Aunque oficialmente el verano comienza el 21 de junio y ritualmente la noche de San Juan, mi solsticio particular sucede la noche del 13 de junio durante la fiesta de San Antonio de la Florida, primera verbena del verano. A orillas del Manzanares, donde antaño solo había praderas y una ermita, se celebra esta fiesta que Goya retrató en sus lienzos, resquicio del Madrid campestre e ingenuo que tanto me gusta.
Hay algo más. Un verano como éste aunque del año 1924, Lorca y Buñuel bailaron y bebieron hasta el alba en esta verbena. Y entre risas se tomaron esta fotografía:

Pianola, limonada, caballitos de cartón, pañuelo y clavel. Dos jóvenes sobrevuelan en un avión de cartón el cielo de la ciudad. La vida por escribir, el acíbar de la palabra "guerra" aún por saborear. Suena la música circense de la feria y la pradera gira bajo sus pies con aires de carrusell. Madrid vierte todas las estrellas del verano sobre sus espaldas. Son las 3 de la mañana y Federico -esa llama viva- improvisa un poema al dorso de esta imagen para su amigo:

La primera verbena que Dios envía
Es la de San Antonio de la Florida.
Luis: en el encanto de la madrugada
Canta mi amistad siempre florecida,
la luna grande luce y rueda
por las altas nubes tranquilas,
mi corazòn luce y rueda
en la noche verde y amarilla.
Luis, mi amistad apasionada
hace una trenza con la brisa.
El niño toca el pianillo,
triste, sin una sonrisa.
Bajo los arcos de papel
estrecho tu mano amiga.


Nada queda ya de aquel júbilo sonoro en el aire de la ciudad. El viento borró el rumor del río, la música de los organillos, las risas de las modistillas contando novios por alfileres. Se llevó también el acento sureño de Federico, esa voz "de madera" que decía Bonald. Ningún registro sonoro se conserva del poeta, ni un solo verso temblando en su garganta. Únicamente nos queda el sonido de sus manos gracias a cinco discos de pizarra que grabó acompañando al piano a su amiga la Argentinita:


He buscado en la pradera una brizna de aquel clamor. ¿Resuena en algún páramo el eco de su risa? ¿A dónde van las palabras apenas son pronunciadas? ¿Y los versos, los versos hirientes como flores de Federico? El viento, proceloso, tan solo me responde con otro poema escrito para su amigo en el interior de un libro:

Cielo azul
Campo amarillo

Monte azul
Campo amarillo

Por la llanura desierta
Va caminando un olivo

Un solo
Olivo.

8 jun 2010

París, paisaje interior

Lo decía uno de los personajes de "La buena vida" y estaba en lo cierto. París no existe, es un lugar imaginario que cada viajero-soñador redibuja según su estado de ánimo. En este caso he recorrido la ciudad laberinto de mi amiga Ariadna, un París que construyó en un segundo asalto de su vida de estudiante y que ahora es un territorio poblado de nostalgia por lo vivido pero también por lo que se quedó flotando en el aire húmedo de la ciudad.


Nos alojamos en una buhardilla imaginaria, llena de música y espejos


Paseamos por su juventud extendida en las orillas del Sena, la bohemia prometida, la sorpresa de las flores y de los pinceles.
Me regaló la danza casi volátil que sucede bajo los puentes y sobre los lujosos escenarios...


Esas celebraciones que se ocultan tras las ventanas de los otros y a las que todos los cronopios estamos invitados... porque su París era, efectivamente, una fiesta.
Una fabulosa urbe que ahora mira con sonrisa amarilla tras los cristales como quien contempla el banquete de la vida... ¿quizá ya no se siente invitada, cerrado para ella el camino de regreso al inmenso festín de los días?


Y hubo reencuentros y baile con trompetas junto al río y libros bellísimos y Camille Claudel. Hasta creímos encontrarnos con la Maga jugando a la casualidad en los cafetines, sobre los puentes. Y llegó la lluvia...

...y con ella las despedidas

El juego de rayuela nos condujo esta vez del cielo a la tierra y al filo del adiós sentí la tensión del hilo de Ariadna pugnando por regresar al laberinto de su París, a las pasiones no colmadas, a la vida sin exprimir.

No gira hacia atrás el carrete de hilo, pequeña Ariadna. Pero es tu hebra valiente y plateada, pulso hirviendo de pura vida. Contempla el ovillo que brilla entre tus manos como una luna robada... ¡Queda tanto por vivir! No olvides bailar a la vera de los ríos esa música salvaje que en la noche nos redime y yo te prometo que nunca dejaremos de ser jóvenes.